Leal, Chávez e Fidel

Rosa Miriam Elizalde www.cubadebate.cu

La morte di Eusebio Leal ha scosso l’isola. Ho visto piangere cubani di tutti i settori e di tutti i colori, professionisti, lavoratori, poeti, giornalisti, persone venute da diverse parti di Cuba, cronisti che hanno seguito le tracce, amici, donne e uomini che si sono incrociati con lui, qualche volta, alla presentazione di un libro o per strada. Perché lo amano così tanto? La sua amica da decenni, la regista Rebeca Chávez, mi ha detto, con voce rotta, che lo amavano perché rappresentava, nel XX secolo e anche oltre, “un monumento cubano, come l’Avana”.

Mi pongo anche questa domanda e la migliore risposta che trovo non va per i sentieri già percorsi nei molteplici necrologi che sono stati dedicati allo Storico dell’Avana, morto lo scorso 31 luglio, all’età di 77 anni. Era, senza dubbio, uno spirito rinascimentale ed uno dei grandi oratori della storia di un paese che non ha carenza di loro. Cattolico e comunista, idealista ed uomo pratico, qualcuno che difendeva “centesimo su centesimo, mattone dopo mattone, l’opera del Centro Storico”, dice Rebeca. Era tutto questo, ma anche un intellettuale con un sottile istinto politico che, senza volerlo, ha preso decisioni che hanno trasformato il continente latinoamericano.

Fu Leal che invitò Hugo Chávez a L’Avana e quella prima visita a Cuba, nel dicembre 1994, con Fidel Castro rendendogli onori da Capo di Stato al giovane militare, cambiò il corso della Storia nella regione.

I dettagli sono narrati in El Encuentro, un libro che ho scritto con il giornalista Luis Báez sulla base della testimonianza di tutti i suoi protagonisti. Nel luglio 1994, il Tenente Colonnello venezuelano ed eroe di una ribellione militare per la quale aveva trascorso due anni in prigione, offrì una conferenza stampa all’Ateneo di Caracas: “Quando stavo già quasi per andarmene, mi dissero che c’era un cubano parlando di Bolívar in una delle sale al piano superiore. Sono salito, ma quando sono arrivato stava già terminando. La impartiva Eusebio Leal, il primo cubano che mi ha invitato sull’isola”, ci avrebbe raccontato Chávez dieci anni dopo, su un volo dall’Avana a Caracas.

Condivido con i lettori un frammento dell’intervista che Eusebio mi ha concesso per quel libro. La testimonianza poco conosciuta, non solo rende giustizia a tutti i protagonisti di questa storia. Rivela la speciale sensibilità dello Storico dell’Avana e fornisce nuovi indizi sul perché i cubani piangano in questo addio in cui non sono mancati fiori, musica e “lenzuoli bianchi appesi ai balconi”, come dice il coro di una canzone del cantautore Gerardo Alfonso che tutti gli abitanti dell’Avana associano a Leal che cammina per la sua amata città.

Eusebio racconta a El Encuentro:

In pochissimo tempo, Chavez diventerà uno dei discepoli più sinceri di Fidel. Non è l’unico, ma sì è uno molto speciale. È un discepolo che considera Fidel -e lo ha detto-, come un padre, al punto di dargli l’arma con cui ha combattuto; al punto di essere fedele alla sua amicizia e, nel terribile momento terribile del colpo di stato, di averlo chiamato e di essere stato conseguente con quanto gli diceva Fidel. E sino al punto di aver raggiunto seminare abbastanza affinché il suo popolo lo tirasse fuori dalla prigione e gli restituisse ciò che aveva legittimamente conquistato.

Un giorno ci chiederemo se, in questi anni difficili in cui abbiamo vissuto, saremmo potuti esistere senza il Venezuela bolivariano, senza lo spirito di solidarietà di quel paese. Una solidarietà che non è stata solo per Cuba, perché nel mezzo dell’egoismo e delle sciocchezze con cui viene talvolta analizzata la probabile concertazione latinoamericana, generalmente non si fa nulla di concreto.

Tuttavia, il governo Chávez ha sostenuto i popoli più poveri, ed i più sfortunati. Come ha fatto Cuba. Mi hanno commentato in giro: “Bene, ma tale solidarietà costa molto a Cuba”, per i chilometri di medici che ha nei luoghi più remoti del Venezuela. Ed io dico loro: “Nessuno potrebbe pagare abbastanza una sola notte di insonnia di un medico, un ginecologo, uno stomatologo… Nessuno sa meglio di loro cosa sia il dolore umano e cosa significhi quell’altra meravigliosa sensazione che è la gratitudine. Se dovessimo contare tutto in dollari -che sarebbe fatale- allora il nostro debito non verrebbe saldato. Ma se lo conteremo in termini di ciò che Cuba e Venezuela hanno fatto per l’essere umano che soffre e per l’amico che ne ha bisogno, è sufficientemente pagato. E questo è compreso solo da colui che sente di dover e poter fare qualcosa per l’umanità.

Scarichi in Cubadebate il libro di Rosa Miriam Elizalde e Luis Báez: El Encuentro (2005)

(Pubblicato originariamente in La Jornada, Messico)


Leal, Chávez y Fidel

Por: Rosa Miriam Elizalde

La muerte de Eusebio Leal sacudió la isla. Vi llorar a cubanos de todos los sectores y de todos los colores, profesionales, obreros, poetas, periodistas, gentes venidas desde distintos lugares de Cuba, cronistas que le han seguido el rastro, amigos, mujeres y hombres que se cruzaron con él alguna vez en la presentación de un libro o en la calle. ¿Por qué le quieren tanto? Su amiga desde hace décadas, la cineasta Rebeca Chávez, me dijo con voz quebrada que le querían porque representaba, en el siglo XX y aún más allá, “un monumento cubano, como La Habana”.

Me hago también esa pregunta y la mejor respuesta que encuentro no va por los caminos ya recorridos en los múltiples obituarios que le han dedicado al Historiador de La Habana, quien murió el pasado 31 de julio, a los 77 años. Era, sin dudas, un espíritu renacentista y uno de los grandes oradores de la historia de un país que no ha carecido de ellos. Católico y comunista, idealista y hombre práctico, alguien que defendió “centavo a centavo, ladrillo a ladrillo, la obra del Centro histórico”, dice Rebeca. Era todo eso, pero también un intelectual de fino instinto político que, sin proponérselo, tomó decisiones que transformaron al continente latinoamericano.

Fue Leal quien invitó a Hugo Chávez a La Habana y aquella primera visita a Cuba en diciembre de 1994, con Fidel Castro rindiéndole honores de Jefe de Estado al joven militar, cambió el curso de la Historia en la región.

Los detalles están narrados en El Encuentro, un libro que escribí con el periodista Luis Báez a partir del testimonio de todos sus protagonistas. En julio de 1994, el Teniente Coronel venezolano y héroe de una rebelión militar por la que había penado dos años en la cárcel, ofrecía una conferencia de prensa en el Ateneo de Caracas: “Cuando ya casi me iba, me dijeron que había un cubano hablando de Bolívar en una de las salas del piso superior. Subí́, pero cuando llegué, ya estaba terminando. La impartía Eusebio Leal, el primer cubano que me invitó a la Isla”, nos contaría Chávez diez años después, en un vuelo de La Habana a Caracas.

Comparto con los lectores un fragmento de la entrevista que me concedió Eusebio para ese libro. El testimonio, poco conocido, no solo hace justicia a todos los protagonistas de esta historia. Revela la especial sensibilidad del Historiador de La Habana y da nuevas pistas de por qué lloran los cubanos en esta despedida en la que no han faltado flores, música y “sábanas blancas colgadas en los balcones”, como dice el estribillo de una canción del cantautor Gerardo Alfonso que todo habanero asocia con Leal andando por su amada ciudad.

Cuenta Eusebio en El Encuentro:

En muy poco tiempo, Chávez se convertirá en uno de los discípulos más sinceros de Fidel. No es el único, pero sí uno muy especial. Es un discípulo que considera a Fidel –y lo ha dicho–, como un padre, hasta el extremo de darle el arma con que luchó; hasta el extremo de ser fiel a su amistad y, en el momento terrible del golpe de Estado, de haberlo llamado y de haber sido consecuente con lo que Fidel le dijo. Y hasta el extremo de haber logrado sembrar él también lo suficiente para que fuera su propio pueblo quien lo sacara del encierro y le devolviera lo que legítimamente había conquistado.

Algún día nos preguntaremos si, en estos años difíciles que hemos vivido, podríamos haber existido sin la Venezuela bolivariana, sin el espíritu de solidaridad de ese país. Una solidaridad que no ha sido solo para Cuba, porque en medio del egoísmo y de las tonterías con que a veces se analiza la probable concertación latinoamericana, por lo general no se hace nada concreto.

Sin embargo, el gobierno de Chávez ha apoyado a los pueblos más pobres, a los más desgraciados. Como lo ha hecho Cuba. A mí me han comentado por ahí: “Bueno, pero a Cuba le cuesta mucho esa solidaridad”, por los kilómetros de médicos que tiene en los lugares más recónditos de Venezuela. Y les digo: “Nadie podría retribuir lo suficiente una sola noche de insomnio de un médico, de un ginecólogo, de un estomatólogo … Nadie sabe mejor que ellos lo que es el dolor humano, y lo que significa ese otro maravilloso sentimiento que es la gratitud. Si fuéramos a contar todo en dólares –que sería fatídico–, entonces nuestra deuda no sería pagada. Pero si lo vamos a contar en términos de lo que Cuba y Venezuela han hecho por el ser humano que sufre y por el amigo que lo necesita, está suficientemente pagada. Y eso nada más lo entiende el que siente que debe y puede hacer algo por la humanidad.

Descargue en Cubadebate el libro de Rosa Miriam Elizalde y Luis Báez: El Encuentro (2005)

(Publicado originalmente en La Jornada, de México)

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