Le sfide del contare

Rosa Miriam Elizalde

Francisco López Sacha, che introduce ‘Los desafíos de contar’ (Edizioni Icaic, 2022), di Rebeca Chávez e Luciano Castillo, dice che non sembra un libro, bensì un film a parole. Rebeca aggiunge che “un film inizia ad esistere sulla carta”. Luciano parla della riluttanza di Santiago Álvarez, leggendario regista cinematografico cubano, all’intervista come risorsa principale nei suoi documentari.

Tutti rimandano ai retroscena del documentario ‘La guerra necesaria’, di Santiago Álvarez, che ricostruisce, sulla base delle testimonianze dei suoi protagonisti, i prolegomeni e la preparazione in terra messicana della spedizione dello yacht Granma, che condusse alla creazione del Esercito Ribelle e al trionfo della rivoluzione cubana il 1° gennaio 1959.

Questo emozionante e – nonostante la sua appassionante semplicità- complesso film può indurre ad un errore di incasellamento: giornalismo filmato. A prima vista lo sembra, ma lo è in un modo che trascende e riesce ad andare oltre il meramente testimoniale.

Una squadra di registi filma, in effetti, i protagonisti della grande epopea –Fidel e Raúl Castro, Celia Sánchez, Juan Almeida, Vilma Espín, Haydée Santamaría, Melba Hernández…–, ma registra anche l’intra-storia della Storia: gli uomini e le donne del popolo messicano che accolsero gli esuli cubani nel 1955 e nel 1956, allestirono le case-accampamenti e i luoghi di addestramento, e resero possibile la realizzazione di questa operazione rivoluzionaria.

È certamente giornalismo documentaristico, ma fuso in un linguaggio filmico così preciso da rasentare la perfezione; e raggiunge, o almeno sfiora, come forma cinematografica, la squisitezza.

‘Los desafíos de contar’, presentato alla Fiera Internazionale del Libro dell’Avana, recupera i dialoghi, le immagini e le registrazioni sonore dimenticate negli scarti del film. Pertanto, l’opera è un gioiello editoriale, soprattutto per cineasti e storici.

In rarissime occasioni è possibile approfondire le viscere del cinema, riordinare senza filtri i meandri, percorrendo il set delle riprese. Affiancarsi a coloro che fanno il miracolo di un film e, allo stesso tempo, a testimoni d’eccezione di un tempo che era già lontano quando il film uscì nel 1980 e che oggi sono lontani quasi 70 anni.

Ricostruisce i dialoghi del primo viaggio compiuto dalla troupe cinematografica nel 1971, che seguì uno schema semplice: arrivare senza preavviso alla casa dei messicani, senza domande preconfezionate, senza protocolli; solo con “il fattore sorpresa” come risorsa creativa.

La cinepresa non è mai posta sopra i personaggi e quando il registro sembra sul punto di entrare in zone pericolose che potrebbero invadere l’intimità, il pudore cinematografico – che non è altro che una forma di etica – schiva quel rischio.

Lo sappiamo perché la trascrizione si interrompe bruscamente. Sono frammenti di “storia orale”, un genere che è stato inaugurato e coltivato dallo statunitense Jean Stein e che è la possibilità che “una persona parli solo a te in una stanza che contiene folle. È quanto di più vicino potremo mai arrivare alla vera storia di qualsiasi cosa”.

Nella seconda parte di ‘Los desafíos de contar’, parlano i dirigenti cubani. Raúl Castro e altri testimoni eccezionali lo fanno in sala di montaggio, mentre riconoscono nella moviola gli umili messicani che li aiutarono e che non vedevano da 20 anni.

Il libro è la prova che si filmava tutto e con metodo. “Qualcuno parlò di distanziamento brechtiano; per me è tutto il contrario, un approccio al fatto storico, attraverso un processo di rettificazioni successive”, ha commentato Santiago Álvarez, che dedicò il suo film al popolo del Messico e insegnò a guardare il miglior cinema come atto politico.

Ecco perché l’intervista a Fidel Castro si svolge a Playitas, un pezzo di costa rocciosa dove sbarcò l’Eroe Nazionale José Martí, nel 1895, per iniziare “la guerra necessaria” contro il colonialismo spagnolo, da cui il titolo del documentario. Fidel avrebbe condotto una guerra di natura simile quando si imbarcò, con altri 81 membri della spedizione, sul Granma da Tuxpan a Las Coloradas, un punto paludoso nella parte orientale dell’isola.

Il libro, come il film, non è un racconto sui grandi vincitori né sulla genialità, quel dono che sembra caduto dal cielo, bensì sulle grandi dosi di impegno che si nascondono dietro ogni impresa, sia essa una rivoluzione o un documentario. In uno dei dialoghi recuperati da ‘Los desafíos de contar’, lo scultore cubano José Fidalgo, emigrato a Mérida, commenta a un altro collega il film che stanno girando: “Vince sempre chi scrive la storia, giusto?” Il regista, dietro la macchina da presa, risponde al volo: “Ma vogliamo scriverla bene”.

(Tratto da La Jornada)


Los desafíos de contar

Por: Rosa Miriam Elizalde

Francisco López Sacha, que prologa Los desafíos de contar (Ediciones Icaic, 2022), de Rebeca Chávez y Luciano Castillo, dice que no parece un libro, sino una película en palabras. Rebeca añade que “una película empieza a existir en el papel”. Luciano habla de la reticencia de Santiago Álvarez, mítico director de cine cubano, a la entrevista como recurso protagónico en sus documentales.

Todos se refieren a los entresijos del documental La guerra necesaria, de Santiago Álvarez, que reconstruye, a partir del testimonio de sus protagonistas, los prolegómenos y preparación en tierras mexicanas de la expedición del yate Granma, que condujo a la creación del Ejército Rebelde y al triunfo de la revolución cubana el 1º de enero de 1959.

Esta emotiva y –por debajo de su apasionante sencillez– compleja película puede inducir a un error de encasillamiento: periodismo filmado. A primera vista lo parece, pero lo es de modo que trasciende y logra ir más allá de lo meramente testimonial.

Un equipo de cineastas filma, en efecto, a los líderes de la gran epopeya –Fidel y Raúl Castro, Celia Sánchez, Juan Almeida, Vilma Espín, Haydée Santamaría, Melba Hernández…–, pero también registra la intrahistoria de la Historia: los hombres y mujeres del pueblo mexicano que acogieron a los exiliados cubanos en 1955 y 1956, armaron las casas-campamentos y lugares de entrenamiento, e hicieron posible que esta operación revolucionaria lograra realizarse.

Es ciertamente periodismo documental, pero fundido en un lenguaje fílmico tan preciso que bordea la perfección; y alcanza, o al menos ronda, como forma cinematográfica, la exquisitez.

Los desafíos de contar, presentado en la Feria Internacional del Libro de La Habana, recupera los diálogos, las imágenes y las grabaciones de sonido que quedaron olvidadas en los descartes de la película. Por tanto, la obra es una joya editorial, especialmente para cineastas e historiadores.

En muy raras ocasiones es posible destripar las entrañas del cine, desbrozar sin filtros sus entresijos, pasearse por el set de rodaje. Codearse con los que hacen el milagro de una película y, a la vez, con testigos de excepción de una época que ya era lejana cuando se estrenó el filme en 1980, y que hoy están a la distancia de casi 70 años.

Reconstruye los diálogos del primer viaje realizado por el equipo de filmación en 1971, que siguió un esquema sencillo: llegar sin anunciarse previamente a la casa de los mexicanos, sin preguntas prelaboradas, sin protocolos; sólo con “el factor sorpresa” como recurso creativo.

La cámara jamás se pone por encima de los personajes y cuando el registro parece estar a punto de meterse en zonas peligrosas que podrían invadir la intimidad, el pudor cinematográfico –que no es otra cosa que una forma de la ética– esquiva ese riesgo.

Lo sabemos porque la transcripción se corta abruptamente. Son fragmentos de “historia oral”, un género que inau­guró y cultivó la estadounidense Jean Stein y que es la posibilidad de que “una persona te esté hablando sólo a ti en una habitación que contiene multitudes. Es lo más cerca que jamás estaremos de la verdadera historia de cualquier cosa”.

En la segunda parte de Los desafíos de contar hablan los líderes cubanos. Raúl Castro y otros testigos excepcionales lo hacen en el cuarto de edición, mientras van reconociendo en la moviola a los humildes mexicanos que los ayudaron y no habían visto en 20 años.

El libro es la prueba de que se filmaba todo y con método. “Alguien habló de distanciamiento brechtiano; para mí es todo lo contrario, un acercamiento al hecho histórico, a través de un proceso de sucesivas rectificaciones”, comentaría Santiago Álvarez, quien dedicó su película al pueblo de México y enseñó a mirar el mejor cine como acto político.

Por eso la entrevista con Fidel Castro ocurre en Playitas, un pedazo de costa rocosa por donde desembarcó en 1895 el Héroe Nacional José Martí, para iniciar “la guerra necesaria” contra el colonialismo español, de ahí el título del documental. Una guerra de similar naturaleza encabezaría Fidel cuando se embarcó con otros 81 expedicionarios en el Granma desde Tuxpan hasta Las Coloradas, un punto cenagoso en el oriente de la isla.

El libro, como la película, no es un relato sobre los grandes triunfadores ni sobre la genialidad, ese don que parece caído del cielo, sino sobre las grandes dosis de esfuerzo que se esconden detrás de cualquier proeza, sea una revolución o un documental. En uno de los diálogos que recupera Los desafíos de contar, el escultor cubano José Fidalgo, emigrado en Mérida, comenta a otro compañero sobre la película que están filmando: “El vencedor es siempre quien escribe la Historia, ¿no?” El director, detrás de cámara, responde al vuelo: “Pero queremos escribirla bien”.

(Tomado de La Jornada)

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