45°Anniversario Seconda Dichiarazione dell'Avana

 

 

Marcia di giganti

 

 

 

3 febbraio 2007 - G.R.Dolz www.granma.cubaweb.cu

 

 

Non è casuale che, tanto la Prima come la Seconda Dichiarazione di dichiarazione1960L'Avana, incomincino con l'evocazione del ricordo imperituro di José Martí. Alla testa dello storico documento, approvato dal popolo di Cuba nell' Assemblea Generale Nazionale, effettuata nella Piazza della Rivoluzione, figurano le parole dell'Apostolo nella memorabile lettera al suo amico messicano Manuel Mercado: "Posso ora scrivere... sono tutti i giorni in pericolo di dare la mia vita per il mio paese e per il mio dovere... di impedire per tempo, con l'indipendenza di Cuba, che gli Stati Uniti si estendano per le Antille e cadano, con questa forza ulteriore, sopra le nostre terre d'America. Quanto feci fino ad oggi, e farò, è per questo".

Il 4 febbraio 1962, quando la più grande e compatta moltitudine mai riunita anteriormente nel nostro paese, approvò e fece sua la Seconda

Segunda Declaración de La Habana

(1962 selección)

 

[...]

¿Qué es lo que desde el comienzo mismo de la lucha de esos primeros núcleos los hace invencibles, independientemente del número, el poder y los recursos de sus enemigos? El apoyo del pueblo, y con ese apoyo de las masas contarán en grado cada vez mayor. Pero el campesinado es una clase que, por el estado de incultura en que lo mantienen y el aislamiento en que vive, necesita la dirección revolucionaria y política de la clase obrera y los intelectuales revolucionarios, sin la cual no podría por sí sola lanzarse a la lucha y conquistar la victoria.

En las actuales condiciones históricas de América Latina, la burguesía nacional no puede encabezar la lucha antifeudal y antimperialista. La experiencia demuestra que en nuestras naciones esa clase, aun cuando sus intereses son contradictorios con los del imperialismo yanqui, ha sido incapaz de enfrentarse a éste, paralizada por el miedo a la revolución social y asustada por el clamor de las masas explotadas.

Situadas ante el dilema imperialismo o revolución, sólo sus capas más progresistas estarán con el pueblo.

La actual correlación mundial de fuerzas y el movimiento universal de liberación de los pueblos coloniales y dependientes señalan a la clase obrera y a los intelectuales revolucionarios de América Latina su verdadero papel, que es el de situarse resueltamente a la vanguardia de la lucha contra el imperialismo y el feudalismo.

[...]

El deber de todo revolucionario es hacer la revolución.

Se sabe que en América y en el mundo la revolución vencerá, pero no es de revolucionarios sentarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo. El papel de Job no cuadra con el de un revolucionario. Cada año que se acelere la liberación de América significará millones, de niños que se salven para la vida, millones de inteligencias que se salven para la cultura, infinitos caudales de dolor que se ahorrarían los pueblos. Aun cuando los imperialistas yanquis preparen para América un drama de sangre, no lograrán aplastar las luchas de los pueblos, concitarán contra ellos el odio universal y será también el drama que marque el ocaso de su voraz y cavernícola sistema.

Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de doscientos millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo entero.

Con lo grande que fue la epopeya de la independencia de América Latina, con lo heroica que fue aquella lucha, a la generación de latinoamericanos de hoy le ha tocado una epopeya mayor y más decisiva todavía para la humanidad. Porque aquella lucha fue para librarse del poder colonial español, de una España decadente, invadida por los ejércitos de Napoleón. Hoy le toca la lucha de liberación frente a la metrópoli imperial más poderosa del mundo, frente a la fuerza más importante del sistema imperialista mundial y para prestarle a la humanidad un servicio todavía más grande del que le prestaron nuestros antepasados.

Pero esta lucha, más que aquélla, la harán las masas, la harán los pueblos; los pueblos van a jugar un papel mucho más importante que entonces; los hombres, los dirigentes importan e importarán en esta lucha menos de lo que importaron en aquélla.

Esta epopeya que tenemos delante la van a escribir las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de obreros explotados, la van a escribir las masas progresistas; los intelectuales honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América Latina; lucha de masas y de ideas; epopeya que llevarán adelante nuestros pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño. Nos consideraba rebaño impotente y sumiso; y ya se empieza a asustar de ese rebaño; rebaño gigante de doscientos millones de latinoamericanos en los que advierte ya a sus sepultureros el capital monopolista yanqui.

Con esta humanidad trabajadora, con estos explotados infrahumanos, paupérrimos, manejados por los métodos de foete y mayoral no se ha contado o se ha contado poco. Desde los albores de la independencia sus destinos han sido los mismos: indios, gauchos, mestizos, zambos, cuarterones, blancos sin bienes ni rentas, toda esa masa humana que se formó en las filas de la "patria" que nunca disfrutó, que cayó por millones, que fue despedazada, que ganó la independencia de sus metrópolis para la burguesía, esa que fue desterrada de los repartos, siguió ocupando el último escalón de los beneficios sociales, siguió muriendo de hambre, de enfermedades curables, de desatención, porque para ella nunca alcanzaron los bienes salvadores: el simple pan, la cama de un hospital, la medicina que salva, la mano que ayuda.
Pero la hora de su reivindicación, la hora que ella misma se ha elegido, la viene señalando, con precisión, ahora, también de un extremo a otro del continente. Ahora, esta masa anónima, esta América de color, sombría, taciturna, que canta en todo el Continente con una misma tristeza y desengaño, ahora esta masa es la que empieza a entrar definitivamente en su propia historia, la empieza a escribir con su sangre, la empieza a sufrir y a morir. Porque ahora, por los campos y las montañas de América, por las faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus selvas, entre la soledad o en el tráfico de las ciudades o en las costas de los grandes océanos y ríos, se empieza a estremecer este mundo lleno de razones, con los puños calientes de deseos de morir por to suyo, de conquistar sus derechos casi quinientos años burlados por unos y por otros. Ahora sí, la historia tendrá que contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados de América Latina, que han decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia. Ya se les ve por los caminos un día y otro, a pie, en marchas sin término de cientos de kilómetros, para llegar hasta los "olimpos" gobernantes a recabar sus derechos. Ya se les ve, armados de piedras, de palos, de machetes, de un lado y otro, cada día, ocupando las tierras, fincando sus garfios en la tierra que les pertenece y defendiéndola con su vida; se les ve, llevando sus cartelones, sus banderas, sus consignas; haciéndolas correr en el viento por entre las montañas o a lo largo de los llanos. Y esa ola de estremecido rencor, de justicia reclamada, de derecho pisoteado que se empieza a levantar por entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más mayoritarios en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los valores, hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo sueño embrutecedor a que los sometieron.

Porque esta gran humanidad ha dicho: "¡Basta!" y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto más de una vez inútilmente. Ahora en todo caso, los que mueran, morirán como los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera, irrenunciable independencia.

¡PATRIA O MUERTE!

¡VENCEREMOS!


EL PUEBLO DE CUBA
La Habana, 4 de febrero de 1962.

 Dichiarazione di L'Avana, diede degna risposta all'imperialismo yankee ed al suo Ministero per le Colonie, l'OSA, per avere portato a termine la farsa di Punta dell'Est riaffermando l'irremovibile decisione in difesa della sovranità nazionale, l'indipendenza della Patria, la Rivoluzione ed il suo carattere socialista.

Possibilmente la cosa più importante, e ciò che colpisce rileggendola dopo più di quattro decadi, è che Fidel lì fece conoscere  un esame dettagliato ed analitico — come mai prima si fosse realizzato — della realtà latinoamericana, dello sfruttamento capitalista ed imperialista sul nostro continente, delle lotte rivoluzionarie e delle ricerche incessanti e i cammini che avrebbero dovuto percorrere i nostri popoli per la loro definitiva emancipazione, quella che non ottennero quando si liberarono della metropoli spagnola.

Molti affermano, con ragione, che la Seconda Dichiarazione di L'Avana può considerarsi come il documento politico più importante e trascendente formulato, nella seconda metà del passato secolo, in America Latina; che riunisce armoniosamente le condizioni di analisi scientifica e di guida per l'azione e che la sua visione di lunga portata appare confermandosi agli albori del secolo XXI.

La Dichiarazione affronta e chiarisce in maniera didattica la nascita del capitalismo e l'inizio della sua fase imperialista, la situazione contemporanea dell'impero e la sua crisi insuperabile. Smaschera l'imperialismo yankee e la sua essenza come principale sfruttatore dei popoli dell'America e vero responsabile del suo sottosviluppo e ritardo, della fame, l'ignoranza e le malattie, come dei regimi tirannici imposti per salvaguardare questo saccheggio, accentuato per la paura della rivoluzione latinoamericana.
 

In quanto alla svergognata riunione dei cancellieri dell'OSA a Punta dell' Est, si evidenzia che lì il governo degli Stati Uniti rimase nudo nel suo miserabile proposito anticubano, confermando l'avvertenza martiana quando la Dichiarazione afferma: "Ora gli Stati Uniti non potranno mai cadere sull'America, con la forza, da Cuba ma, invece, dominando la maggioranza degli stati dell'America Latina, gli Stati Uniti pretendono cadere su Cuba, con la forza, dall'America".

La Rivoluzione cubana mostrò all'America ed al mondo che non c'è forza capace di ostacolare il movimento di liberazione dei popoli. E questa è una verità che si è vista ratificata in tempi recenti, dopo la resistenza eroica e vittoriosa del popolo cubano di fronte al periodo speciale ed i successivi trionfi popolari nei paesi latinoamericani e caraibici, nell'avanzamento impetuoso dell'integrazione economica e unità politica, nel discredito e la bancarotta dell'impero ed il suo screditato modello neoliberale.

La Seconda Dichiarazione di L'Avana non dà ricette, ma sì proclama che "il dovere di ogni rivoluzionario è fare la rivoluzione", enfatizzando chiaramente che "di fronte all'accusa che Cuba vuole esportare la sua rivoluzione, rispondiamo: le rivoluzioni non si esportano, le fanno i popoli. Quello che Cuba può dare e ha già dato è il suo esempio". Parole profetiche che possono essere confermate oggi con più forza che mai.

La Dichiarazione non si sbagliò quando disse che "nessun popolo dell'America Latina è debole, perché fa parte di una famiglia di duecento milioni di fratelli che soffrono le stesse miserie, albergano gli stessi sentimenti, hanno lo stesso nemico, sognano tutti uno stesso miglior destino e contano sulla solidarietà di tutti gli uomini e donne onesti del mondo intero".

Abbiamo detto che la Seconda Dichiarazione di L'Avana ha la virtù di essere, contemporaneamente, analisi scientifica e guida per l'azione. Lo si dimostra quando espone che la borghesia, nei paesi dell'America Latina, non può capeggiare la lotta antifeudale ed antimperialista, perché la paralizza la paura della rivoluzione sociale e solo i suoi vertici più progressisti staranno con il popolo; quando richiama a combattere il divisionismo, i pregiudizi, il settarismo, il dogmatismo e la mancanza di ampiezza analizzando il ruolo di ogni settore della società; quando segnala che nel lotta antimperialista ed antifeudale si possono organizzare molte forze: operai, contadini, lavoratori intellettuali, piccola borghesia e perfino gli strati più progressisti della borghesia nazionale.

Ed afferma testualmente: "Possono lottare insieme dal vecchio militante marxista fino al cattolico sincero che non abbia niente a che vedere coi monopoli yankee né coi signori feudali".

Rispetto alla rivoluzione latinoamericana, la considera come una realtà obiettiva ed inesorabile che l'imperialismo yankee tenterà affrontare con più repressione e violenza, con più sfruttamento e saccheggio. Tale premonizione si dimostrò con l'introduzione a ferro e fuoco del modello neoliberale.

Ma la Seconda Dichiarazione di L'Avana non è aliena alle essenze liriche dell'America Latina e la poesia commovente caratterizza più di uno dei suoi paragrafi finali, come fu espresso dal Che dal podio dell'Assemblea Generale dell'ONU:

"Ora questa massa anonima, questa America di colore, ombrosità, taciturna, che canta in tutto il continente con una stessa tristezza e delusione, ora questa massa è quella che incomincia ad entrare definitivamente nella sua propria storia, incomincia a scriverla col suo sangue, incomincia a soffrire ed a morire. Perché ora, per i campi e le montagne dell'America, per le gole delle sue catene montuose, per le sue pianure e le sue selve, tra la solitudine e le strade delle città o nelle coste dei grandi oceani e fiumi, si incomincia a scuotere questo mondo pieno di ragioni, coi pugni caldi di desideri di morire per il suo, di conquistare i suoi diritti, quasi cinquecento anni derisi da gli uni e dagli altri.

"Ora sì la Storia dovrà contare sui poveri dell'America, con quelli sfruttati e vilipesi dell'America Latina che hanno deciso incominciare a scrivere loro stessi, per sempre, la loro storia..."

È opportuno aggiungere che, alla conclusione della lettura della Dichiarazione da parte di Fidel, e prima della sua approvazione, l'Assemblea decise di "sollecitare tutti gli amici della Rivoluzione cubana in America Latina che fosse diffusa ampiamente tra le masse operaie, contadine, studentesche ed intellettuali dei popoli fratelli di questo continente" e ciò si aggiunse al testo definitivo.

Calava già la notte quando il Capo della Rivoluzione proclamò davanti all'enorme moltitudine che a pié fermo ed in impressionante silenzio l'aveva ascoltato: "Rimane approvata dal popolo di Cuba la Seconda Dichiarazione di L'Avana e si dà per terminata questa Assemblea".

Risuonava in tutti gli ambiti una conclusione storica, che la Rivoluzione cubano anticipò e che questa Dichiarazione plasmò come nessun altra: che questa gran Umanità ha detto basta! ed ha cominciato a camminare. E che la sua marcia di giganti — una marcia lunga, dolorosa ma finalmente vittoriosa —, oramai non si fermerà fino a conquistare l'unica, vera, irrinunciabile indipendenza.