La neotitolare della CIDH è priva di capitale politico e di seguaci

Sui «diritti umani» secondo gli USA, una commissaria artificiale secondo Rubio

Raúl Antonio Capote

La nomina di Rosa María Payá Acevedo alla presidenza della Commissione Interamericana dei Diritti Umani (CIDH) rappresenta una manovra di Washington volta a inasprire le relazioni di Cuba con i suoi alleati regionali e a proiettare la sua figura nello scenario continentale in vista del 2026.

Il segretario di Stato USA, Marco Rubio, ha esercitato ripetute pressioni sui membri dell’Organizzazione degli Stati Americani (OSA) affinché appoggiassero tale candidatura. Addirittura, alla vigilia dell’Assemblea Generale dell’OSA, tenutasi ad Antigua e Barbuda, Rubio ha lanciato un appello pubblico per votare a favore della sua proposta.

A fine maggio, il governo di Donald Trump ha ufficializzato la candidatura di Rosa María Payá alla CIDH per il periodo 2026-2029. Washington non ha risparmiato elogi, presentandola come «una paladina della democrazia, leader dei diritti umani ed esperta di politiche latinoamericane di prestigio internazionale».

Una tale valutazione sembra basarsi, tra le altre cose, sull’ammirazione dichiarata di Payá per Jeanine Áñez, l’ex presidentessa de facto della Bolivia, condannata per genocidio, terrorismo, sedizione e cospirazione in seguito agli eventi del novembre 2019, durante e dopo il colpo di Stato contro Evo Morales.

Diverse organizzazioni anticubane, come il Center For a Free Cuba, Juventud LAC, la Fundación Panamericana para la Democracia (Fupad), la Fundación para la Democracia Panamericana (FDP), il National Endowment for Democracy (NED), la Fundación Memorial Víctimas del Comunismo, la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba e l’Iniciativa Democrática de España si sono coordinate per sostenere la candidatura.

Non è mancato neppure l’appoggio di organizzazioni terroristiche come il Directorio Democrático Cubano e la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA).

La neoeletta alla guida della CIDH è priva di capitale politico e di seguito tanto a Cuba quanto all’estero, al di fuori del sostegno della Casa Bianca e dei suoi alleati.

Va aggiunto che diversi gruppi dell’opposizione in esilio hanno denunciato Payá per presunta malversazione di fondi dal 2021, sostenendo che avrebbe dirottato risorse provenienti dall’OSA, dal Dipartimento di Stato e dalla USAID, inizialmente destinate a promuovere proteste e disordini a Cuba.

Va sottolineato inoltre che Rosa María Payá è una delle principali promotrici della campagna contro le brigate mediche cubane, uno dei cardini della strategia di sovversione del governo USA contro l’Isola.

Figura costruita e finanziata da Washington, Payá è nota anche per la sua insistenza nel chiedere l’inasprimento del blocco e invocare un intervento militare USA a Cuba. Una vera e propria «perla» è stata dunque scelta per un incarico che, per portata e natura, le è del tutto estraneo.


A los «derechos humanos» según EE. UU., una comisionada artificial según Rubio

La flamante titular de la CIDH carece de capital político y de seguidores

Raúl Antonio Capote 

La elección de Rosa María Payá Acevedo como titular de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) resulta una maniobra de Washington para tensar las relaciones de Cuba con sus aliados regionales, y para posicionar su figura en el escenario continental de cara a 2026.

El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, presionó en repetidas ocasiones a los miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA) para que respaldaran esa candidatura. Incluso, un día antes de la Asamblea General de la OEA, realizada en Antigua y Barbuda, Rubio instó públicamente a votar por su propuesta.

A finales de mayo, el gobierno de Donald Trump oficializó la propuesta de Rosa María Payá para la CIDH, correspondiente al periodo 2026-2029. Washington no escatimó elogios, presentándola como «una defensora de la democracia, líder de los derechos humanos y experta en políticas latinoamericanas de prestigio internacional».

Tal valoración parece sustentarse, entre otras cosas, en la reconocida admiración de Payá por Jeanine Áñez, la expresidenta de facto de Bolivia, condenada por genocidio, terrorismo, sedición y conspiración tras los hechos de noviembre de 2019, durante y después del golpe de Estado contra Evo Morales.

Diversas organizaciones anticubanas como Center For a Free Cuba, Juventud LAC, Fundación Panamericana para la Democracia (Fupad), Fundación para la Democracia Panamericana (FDP), Fondo Nacional para la Democracia (NED), Fundación Memorial Víctimas del Comunismo, Fundación para los Derechos Humanos en Cuba e Iniciativa Democrática de España se articularon para respaldar la candidatura.

No faltó el apoyo de organizaciones terroristas como el Directorio Democrático Cubano y la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA).

La flamante titular de la CIDH carece de capital político y de seguidores tanto en Cuba como en el exterior, más allá del respaldo de la Casa Blanca y sus aliados.

Por otro lado, varios grupos opositores en el exilio han denunciado a Payá por presunta malversación de fondos desde 2021, señalando que habría desviado recursos de la OEA, el Departamento de Estado y la Usaid, originalmente destinados a promover acciones de protesta y disturbios en Cuba.

Cabe destacar que Rosa María Payá es una de las principales promotoras de la campaña contra las brigadas médicas cubanas, uno de los ejes de la estrategia de subversión del Gobierno estadounidense contra la Isla.

Figura fabricada y financiada por Washington, Payá es célebre, además, por su insistencia en pedir un endurecimiento del bloqueo y solicitar la intervención militar estadounidense en Cuba. Menuda «perla» ha sido elegida para una responsabilidad que, por tamaño y naturaleza, le resulta ajena.

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